LA FÍSICA
CUÁNTICA
No podemos observarlos directamente, pero el
comportamiento de átomos, quarks, fotones y todo aquello que compone la realidad
a una escala nanométrica o menor confirma que aún no sabemos gran cosa del
universo. La teoría cuántica –que describe estas diminutas partículas– dejó de
ser una rareza antes confinada al laboratorio; ahora invade nuestras vidas y se
encuentra en el teléfono inteligente que llevamos en nuestro bolsillo, y hasta
en el número de la tarjeta de crédito que usamos para comprar por internet. La
“cuántica” aparece cada vez más en términos como “sanación cuántica” y
“políticas cuánticas”. Cuántico se ha convertido en una palabra de moda.
Cualquier relevancia científica en estos usos es puramente accidental; sin
embargo, esto ilustra que lo “cuántico”
posee una mística más allá de lo científico.
A
pesar de que la mecánica cuántica surgió para resolver un problema científico,
más de un siglo después aún guarda algo de misterio. La física cuántica predice
comportamientos paradójicos o increíbles. Por ejemplo, una partícula cuántica
no posee solo un valor de una cantidad física, sino todos los valores al mismo
tiempo, algo que se llama superposición; dos partículas cuánticas pueden
permanecer ligadas o “entrelazadas”, aun a distancias
ilimitadas y sin ninguna conexión física de por medio; y se pueden
teletransportar a través del espacio vacío.
En 2011, el
físico austríaco Anton Zeilinger aplicó un cuestionario con 16 preguntas de
opción múltiple a más de 30 especialistas en teoría cuántica, acerca de sus
conceptos básicos y su interpretación. Ninguna de las posibles respuestas
recibió apoyo unánime, pues muchas de las preguntas provocaron un amplio rango
de opiniones. Según el investigador Charles Clark, codirector del Joint Quantum
Institute en la Universidad de Maryland, sería “un gran tema
ubicar dónde está el problema” que hace que la teoría cuántica sea tan difícil
de interpretar. En parte, esto se debe a que es muy abstracta, por mor de la
pequeñez de lo que describe. Cuando pateamos un balón, obtenemos conocimiento
empírico de cómo funciona el mundo a una escala humana. Pero no podemos patear
un quark o aventar un fotón; solo podemos describir estas partículas con ayuda
de la teoría cuántica.
Una Idea Desesperada
Cuando Max
Planck inventó la teoría cuántica en 1900, pensó que solo era un truco
matemático. Pero su “truco” explicaba por qué los físicos de la época no podían
responder a esta pregunta: “¿Cuál es la naturaleza de la luz emitida por una
llama o cualquier otro cuerpo caliente?” Sabían que la luz era una onda electromagnética generada por partículas
cargadas eléctricamente, como los electrones, pero el problema era que los
cálculos que usaban para aplicar esta teoría contradecían los resultados del
laboratorio del espectro de luz generado por objetos calientes.
Planck probó varias soluciones para resolver el problema antes de dar con
la idea de que la luz es emitida por medio de energías “cuánticas”, múltiplos
exactos de cierta cantidad mínima, o “cuanto”. A esto lo llamó “un acto de
desesperación”, pero produjo el espectro correcto de luz de un cuerpo caliente
y eso le valió el Premio Nobel en 1918. Después, Albert Einstein y Niels Bohr
obtuvieron sus propios premios Nobel al extender el trabajo de Planck. Einstein
mostró que la luz viene en discretos paquetes de energía, luego llamados
fotones, y Bohr planteó que los electrones en un átomo absorben o emiten fotones al
tiempo que brincan entre niveles de energía cuántica.
Saltos Cuánticos
Reales
Pueden
encontrarse en tu bar favorito o en el supermercado local. Siempre que veas
brillar el anuncio luminoso de alguna cerveza o el escáner de un código de
barras, mira detenidamente: estás observando saltos cuánticos eléctricos en
acción a través de sus huellas dactilares, la emisión de la luz, como Niels
Bohr determinó.
Un anuncio de neón es un tubo de cristal relleno
con el gas noble neón o con otro gas que brilla cuando se le aplica un voltaje.
La “descarga luminosa”, vista por primera vez a finales del siglo XIX, funciona
porque el voltaje eleva a los electrones de los átomos del gas a un nivel más
alto de energía; después, los electrones descienden a niveles más bajos y
sueltan fotones. Los gases poseen diferentes niveles de energía atómica, y
estos niveles definen las longitudes de onda del fotón. El neón
produce luz roja, el argón genera luz azul… y así.
La descarga luminosa está también en la iluminación fluorescente y en el láser. En un tubo fluorescente, los saltos
cuánticos en el vapor de mercurio crean fotones ultravioleta, que activan un
revestimiento dentro del tubo, el cual produce luz blanca. El láser, inventado
en 1960, es como un tubo de descarga entre dos espejos. Al tiempo que los
fotones de un salto cuántico atómico rebotan de un lado a otro, estimulan más
fotones de los átomos que lo atraviesan. Eso produce un rayo mejorado de luz
pura en una sola longitud de onda. Un rayo cuya infinita gama de usos hace
evidente que la energía cuántica es real.
Los saltos cuánticos aparecen también en los diodos emisores de luz (led). Los leds están hechos de
semiconductores en los cuales los electrones deben saltar a través de una
brecha hacia una energía mayor, antes de moverse como corriente eléctrica. Al
aplicarle voltaje al led, los electrones saltan la brecha, y después regresan
produciendo fotones.
Además de para el led, el comportamiento cuántico es crucial para los
aparatos digitales. Sus circuitos integrados están hechos de silicio
semiconductor, cuya brecha de energía cuántica permite un buen control de los
electrones para manipular los bits digitales.
Jugar A Los Dados
Aunque los
saltos cuánticos se consideraron radicales, no contradicen las visiones
existentes del mundo. La superposición, el entrelazamiento y la
teletransportación, sin embargo, producen más extrañeza porque se oponen a
nuestro entendimiento del universo. Estos problemas surgen porque la teoría
cuántica no predice valores definitivos para las propiedades físicas, sino solo
probabilidades.
Einstein no creía que la naturaleza fuera azarosa, como lo expresó en su
famoso comentario “Dios no juega a los dados con el universo”, pero en teoría
cuántica este no parece ser el caso. Una bola de béisbol tiene cierto impulso,
pero en el mundo cuántico, cualquier partícula lleva en sí todos sus posibles
valores físicos al mismo tiempo o en “superposición” hasta que es medido o
interactúa con el ambiente.
Por ejemplo, la propiedad llamada “giro” hace que los electrones se
comporten como pequeñas barras magnéticas con su polo norte apuntando hacia
arriba (U) o abajo (D). En teoría cuántica, el electrón está en estos estados
al mismo tiempo, pues existe una probabilidad del 50% de que una medición
muestre U o D.
El experimento del “gato de Schrödinger” –como lo imaginó en
1935 el pionero de la teoría cuántica Erwin Schrödinger– ilustra esta
naturaleza estadística. El gato está muerto o vivo dependiendo de un evento
aleatorio y, por tanto, puede describirse en ambos estados a la vez.
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